Hace más de 5 años se gestó en mi cabeza una idea, una aventura que nunca pensé que se haría realidad. A la salida de una panadería, donde vendían las mejores galletas de coco que he probado en mi vida, vi a un niño con unos ojos muy tristes que me hicieron arrugar el corazón. Empaqué dos galletas y se las entregué. Al ver su cara de alegría, sentí que era mucho más dulce ver los ojos brillantes de ese niño que las galletas de coco que me encantaban. Y allí, sin más, sentí la necesidad de ayudar a más niños, de regalar más sonrisas que no solo llenaran mi corazón sino la de quienes me acompañarían en esta aventura.
Sentí la necesidad de ayudar a más niños, de regalar más sonrisas que no solo llenaran mi corazón sino la de quienes me acompañarían en esta aventura.
En uno de los momentos más amargos de mi vida, y en busca de llevar más sonrisas a los niños, lanzamos “Más sonrisas en navidad”, misión en la que, como siempre, mi familia fue mi guía. Fui aprendiendo con diferentes personas, grupos, organizaciones y comunidades, cómo regalar más sonrisas.
Cuando llegó “la profe Hilda” de Somondoco, una “guerrera sin antifaz, ni armadura”, como diría mi hermano en una de sus canciones, pidiendo ayuda porque sus niños en la zona rural de Somondoco en Boyacá no tenían materiales para trabajar, supe que era el momento para seguir regalando sonrisas. Hicimos nuestro primer servicio y lanzamos “Morrales por la educación”, donde 14 niños pudieron disfrutar de morrales nuevos, cuadernos, colores y otros materiales. Aún recuerdo este primer servicio con mucho cariño a pesar de las dificultades y cuando sentíamos que no lo lograríamos ¡la guerreamos! Todos nos esforzamos, por un lado mi hermana, con su equidad e igualdad impecable ordenando cada morral para que cada niño tuviera lo mismo y por otro lado, todos los benefactores y voluntarios que me creyeron y me apoyaron en este primer servicio que marcaría el principio de más 15 servicios que llevamos hasta la fecha.
Entendí que necesitábamos más personas para entregar más sonrisas y poco a poco se fue gestando nuestro proyecto, nuestra fundación. El sueño que nació en aquella panadería donde venden las mejores galletas de coco del mundo, ahora es una realidad.
Puedo decir con orgullo que desde 2018 somos la FUNDACION QUIPU AINY y agradezco a cada una de las personas que lleva tatuado nuestro nudo en su corazón y que se han convertido en una fibra importante en nuestro QUIPU AINY.
¡Gracias! Mil gracias doy a mi familia, amigos, voluntarios, benefactores y a cada persona que ha hilado este sueño conmigo. Sigan caminando con nosotros y apóyennos para continuar sonrisas a más niños en Colombia.